Mateo txistu

Mateo Txistu, condenado a vagar sin descanso por el mundo, seguido por sus perros, como castigo a su excesiva afición a la caza.

El cura que no ha vuelto, y no volverá, se fue con sus perros tras una liebre dejando la misa a medias. Nadie lo ha visto aún, pero por lo que dicen muchos suelen oír su silbido y el ladrar oscuro de sus perros, siempre igual, por nuestros bosques y montes.

En una ocasión una mujer del caserío Tellerietxe vio las sombras del cura y sus perros a la luz de la luna invernal; pero nadie les ha visto.

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